EL PORVENIR DE UNA ILUSION
Como indica su nota introductoria, Sigmund Freud, comenzó a
escribir esta obra en la primavera europea de 1927 y la terminó en Septiembre
de ese mismo año. Más tarde agregó: “Tras el rodeo que a lo largo de mi vida di
a través de las ciencias naturales, la medicina y la psicoterapia, mi interés
regresó a aquellos problemas culturales que una vez cautivaron al joven apenas
nacido a la actividad del pensamiento”.
El Porvenir de una ilusión será nuevamente publicado años más tarde por la editorial Amorrortu, en este volumen serán incluidos “El malestar en la cultura”, “Dostoievski y el parricidio”, “Premio Goethe”, entre otros, donde vemos como sus intereses van hacia problemáticas sociales y culturales; algo que seguirá vigente hasta años mas tarde donde publica ¿Por qué la guerra? en 1933.
A continuación algunos pasajes de esta obra:
“Si durante todo un lapso uno ha vivido dentro de una
cultura determinada y por eso se empeñó a menudo en explorar sus orígenes y su
ruta de desarrollo, en algún momento lo tentara dirigir la mirada en la otra
dirección y preguntarse por el destino lejano que aguarda a esa cultura y las
mudanzas que está llamada a transitar. Pero pronto notará que varios factores
restan valor de antemano a semejante indagación. Ante todo, porque son muy
pocas las personas capaces de abarcar panorámicamente la fábrica de las cosas
humanas en todas sus ramificaciones...” “..Sin embargo mientras menos sepa uno
sobre el pasado y el presente, tanto más incierto será el juicio que pronuncié
sobre el porvenir. En segundo lugar, porque justamente en un juicio de esa
índole las expectativas subjetivas del individuo desempeñan un papel que ha de
estimarse ponderable; y a su vez, estas se muestran dependientes de factores
puramente personales, como su propia experiencia, su actitud más o menos
esperanzada hacia la vida, tal como se la prescribieron su temperamento, su
éxito o su fracaso. Por fin influye el hecho asombroso de que, en general, los
seres humanos vivencian su presente como con ingenuidad, sin poder apreciar sus
contenidos; primero deberían tomar distancia respecto de él, vale decir que el
presente tiene que devenir pasado si es que han de obtenerse de él unos puntos
de apoyo para formular juicios sobre las cosas venideras”.
“En cuanto a las restricciones que afectan a determinadas
clases de la sociedad, nos topamos con unas constelaciones muy visibles, que
por otra parte nunca han sido desconocidas. Cabe esperar que estas clases
relegadas envidien a los privilegiados sus prerrogativas y lo hagan todo para
librarse de su “plus” de privación. Donde esto no es posible, se consolidará
cierto grado permanente de descontento dentro de esa cultura, que puede llevar
a peligrosas rebeliones. Pero si una cultura no ha podido evitar que la
satisfacción de cierto número de sus miembros tenga por premisa la opresión de
otros, acaso de la mayoría (…) es comprensible que los oprimidos desarrollen
una intensa hostilidad hacia esa cultura que ellos posibilitan mediante su
trabajo, pero de cuyos bienes participan en medida sumamente escasa. Por eso no
cabe esperar en ellos una interiorización de las prohibiciones culturales; al
contrario: no están dispuestos a reconocerlas, se afanan por destruir la
cultura misma y eventualmente hasta por cancelar sus premisas. La hostilidad de
esas clases a la cultura es tan manifiesta que se ha pasado por alto la que
también existe, más latente, en los estratos favorecidos de la sociedad. Huelga
decir que una cultura que deja insatisfechos a un número tan grande de sus
miembros y los empuja a la revuelta no tiene perspectivas de conservarse de
manera duradera ni lo merece”.
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