Acerca del "malestar sobrante". Por Silvia Bleichmar.
Fragmento de un texto de Silvia Bleichmar, titulado Acerca
del malestar sobrante.
Hace ya años el pensamiento de Marcuse definió como
"represión sobrante"( o "sobre-represión) los modos con los
cuales la cultura coartaba las posibilidades de libertad no sólo como condición
del ingreso de un sujeto a la cultura sino como cuota extra, innecesaria y
efecto de modos injustos de dominación.
Con el mismo espíritu podríamos definir hoy como
"sobremalestar" o "malestar sobrante", la cuota que nos
toca pagar, la cual no remite sólo a las renuncias pulsionales que posibilitan
nuestra convivencia con otros seres humanos, sino que lleva a la resignación de
aspectos sustanciales del ser mismo como efecto de circunstancias
sobreagregadas.
Y desde la perspectiva que nos compete deberemos señalar que
El "malestar sobrante" no está dado, en nuestra sociedad actual, sólo
por la dificultad de algunos a acceder a bienes de consumo, ni tampoco por el
dolor que pueden sentir otros, más afortunados materialmente, pero en tanto
sujetos éticamente comprometidos y provistos de un superyo atravesado por
ciertos valores que aluden a la categoría general de "semejante",
ante el hecho de disfrutar beneficios que se convierten en privilegios ante la
carencia entorno.
Las dificultades materiales, la imposibilidad de garantizar
la seguridad futura, el incremento del anonimato y el cercenamiento de metas en
general no alcanzan para definir, cada una en sí misma, este "malestar
sobrante" -si bien cada una de ellas y con mayor razón todas juntas
podrían ser motivo del mismo en numerosos seres humanos.
El malestar sobrante está dado, básicamente, por el hecho de
que la profunda mutación histórica sufrida en los últimos años deja a cada
sujeto despojado de un proyecto trascendente que posibilite, de algún modo,
avizorar modos de disminución del malestar reinante. Porque lo que lleva a los
hombres a soportar la prima de malestar que cada época impone, es la garantía
futura de que algún día cesará ese malestar, y en razón de ello la felicidad
será alcanzada. Es la esperanza de remediar los males presentes, la ilusión de
una vida plena cuyo borde movible se corre constantemente, lo que posibilita
que el camino a recorrer encuentre un modo de justificar su recorrido.
Y el malestar sobrante se nota particularmente, en nuestra
sociedad, en el hecho de que los niños han dejado de ser los depositarios de
los sueños fallidos de los adultos, aquellos que encontrarán en el futuro un
modo de remediar los males que aquejan a la generación de sus padres. La
propuesta realizada a los niños -a aquellos que tienen aún el privilegio de
poder ser parte de una propuesta- se reduce, en lo fundamental, a que logren
las herramientas futuras para sobrevivir en un mundo que se avizora de una
crueldad mayor que el presente (De ahí la caída del carácter lúdico, de
verdadera "moratoria" que corresponde a la infancia, que ha devenido
ahora una etapa de trabajo, aún para aquellos niños que todavía se hacen
acreedores al concepto de infancia, con jornadas de más de 10 horas de trabajo
en escuelas que garantizan, supuestamente, que no serán arrojados a los bordes
de la subsistencia).
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